viernes, 11 de enero de 2008

Martina significa Guerrera


África se mostraba inmensa ante ella, y supo que nunca más volvería a estar sola.

I

Sonó el teléfono, impaciente. Martina se levantó de la cama tratando de no despertar a su compañero… parecía sumido en un profundo sueño, tan vulnerable en ese momento que a ella le inspiraba ternura. Había dos situaciones que despertaban en ella ese sentimiento, un hombre enfermo y un hombre dormido. Muchas personas podrían pensar que era el tipo de mujer al que le gustan los hombres sensibles que lloran sin temer las consecuencias, sin embargo prefería que el lado femenino de un varón se redujese a esos dos momentos en los que se podía permitir el lujo de aparentar vulnerabilidad. ¿De qué le servía un hombre que no fuese fuerte, o que al menos lo pareciera? Cuando lo comentaba con alguna amiga siempre la tachaban de machista, pero ella sencillamente tenía claro qué buscaba en una pareja, y la seguridad era fundamental: un hombre llorando no se la aportaba.
Pensaba en esto mientras se acercaba a la cocina. Descolgó el auricular, con una sensación extraña en el estómago. “¿Diga?”
- Martina, soy Imanol. Estoy en el hospital, sé que hoy no vienes, pero necesito ayuda con un caso… soy incapaz de resolverlo.- dijo una voz grave al otro lado del teléfono.
- Estoy medio dormida, puedo pasarme en un par de horas, si quieres.
- El paciente no tiene un par de horas. Es algún tipo de afección sanguínea, y se está quedando sin glóbulos rojos.
- Imanol, yo estoy en cirugía, no creo que pueda hacer mucho… ¿Has mandado ya una muestra al laboratorio?
- Sí, pero he pedido de todo, tardarán un rato. Estoy con Fer y con Carina en la sala, vendrás, ¿verdad?
- Sí, sí, tranquilo. Intenta mantenerlo estable, busco algo por Internet y voy. Te veo ahora.
“Un beso, mil gracias.” Contestó la voz grave. Colgó al mismo tiempo que Alina entraba por la puerta. Sin dirigirse una palabra, cada una preparó su taza y se sirvió café. Después de varios años de convivencia, sabían de sobra que por las mañanas, cualquier palabra sobraba. Desayunaban la una frente a la otra (desde el principio fueron las más madrugadoras), y cuando acababan, Martina se iba a la ducha mientras Alina abría las ventanas del salón para ventilar. Cuando se encontraban en la puerta para salir ya eran otras, y se daban los buenos días como si no se hubiesen visto desde la noche.
Entró en la habitación de puntillas y se acercó hasta la cama. Se sentó muy despacio y cogió la mano del chico, que no se había despertado aún. Sin hacer movimientos bruscos, comenzó a darle besos, muy suaves en la yema del dedo índice. Cuando vio que reaccionaba, le dio un par de chupaditas y se acercó a su oído. “Beltrán” susurró “Tengo que ir a ayudar a Imanol con un paciente, ¿qué quieres hacer?” Abrió los ojos con desgana y, sin darle ninguna contestación, la atrajo hacia él para besarla.
- Estás de vacaciones, el avión sale esta tarde… ¿eres imprescindible?- quería sonar como una pregunta, pero en realidad era algo parecido a un reproche.
- Estaré en tu piso a tiempo y con la maleta, pero me lo ha pedido como un favor.
- Me lo tomaré como un “sí”- gruñó
Ella le dio un beso en la frente y se fue a la ducha, deseando que él la siguiera. Antes de cruzar el marco de la puerta se giró para mirarle, casi gritándoselo, pero él se dio la vuelta orgulloso. Martina sonrió, conocía esos gestos de “quiero que creas que me siento herido”. No llevaban seis meses saliendo, pero tenía la sensación de conocerle de siempre, bien es cierto que antes de salir eran muy amigos desde hacía aproximadamente un año. Decidieron dar un paso más en su relación en año nuevo, cuando se miraron para desearse feliz 2007, y sin querer dijeron mucho más. Le parecía una fecha de lo más vulgar para empezar una relación, se negaba a ser la protagonista de una imagen de teleserie americana, así que, pese al beso y las palabras bonitas, no dio muestras de “querer ir en serio” hasta unos días más tarde. Ella estaba viendo la televisión un domingo, cuando escuchó a Alina decir “sí, sí, pasa, está en el salón”. Iba como siempre, pero por alguna razón especialmente guapo. Se levantó del sillón y, sin darle tiempo a saludarla, le besó. Hubiese preferido que su compañera de piso no estuviese mirando desde el pasillo, o que él no se hubiese retirado, pero no se arrepentía del gesto. “Espera, espera…” gimió Beltrán, confundido. La miró de arriba abajo, pensando para sí que era la mujer más increíble del mundo y fue él el que la besó entonces. Alina ya no estaba en la puerta (probablemente se lo estaría contando a Carla en su habitación), y cayeron en el sillón casi sin pretenderlo.
En el baño, se desvistió lentamente, dándole tiempo a llegar después de la indirecta.


Aparcó el coche y subió rápidamente hacia la sala de médicos.
- Menos mal que has llegado, necesitamos otra mente maravillosa para este caso…- la recibió Fer. Era una chica rubia, de pelo rizado, no especialmente guapa, pero con un encanto natural, quizá por su acento mejicano.
- Ponedme al corriente mientras me cambio- contestó Martina.



“¿Dónde te has metido? ¡No llegamos!” gritaba Beltrán desde el otro lado del teléfono. Estaba en el portal, esperándola desde hacía diez minutos. “¿Qué quieres que haga? Hay mucho tráfico, los taxis aún no vuelan. No tardamos, estamos en Alberto Aguilera. Tómate un Lexatín o algo, que me vas a dar el viaje.” “No va a haber viaje, perdemos el avión seguro…” No le aguantaba cuando se ponía así, colgó el teléfono y trató de meterle prisa al taxista pensando que él no tenía culpa de nada, pero que tenía que gritar un poquito a alguien. Le dejaría el cambio de propina, pobre hombre.
Cuando por fin facturaron las maletas aún faltaban 15 minutos para el embarque. Él tenía cara de alivio, le dio un beso en la mejilla y le pidió perdón.
- Siempre estás igual, yo también pensaba que lo perdíamos, pero no puedes ponerte así. Me quema un montón y lo sabes.
- Perdona otra vez… ya verás qué bien lo pasamos.- le guiñó un ojo, y ella no pudo resistirse a sonreír. Todo volvía a estar bien.- ¿Qué tal con el paciente esta mañana?
- No hemos podido hacer nada, aún no sabemos qué tenía, habrá que esperar a la autopsia. Imanol estaba fatal, es el segundo que pierde en una semana.
- Qué estómago tienes, a veces me das miedo.
- ¿Por? Tengo asumida mi profesión, sé que no siempre se puede hacer algo, y hacemos todo lo que podemos. De todas formas, he estado con este caso apenas 4 horas, no me ha dado tiempo de implicarme, gracias a dios.
Al oír esta frase, ambos supieron que estaba más afectada de lo que pretendía, pero no volvieron a tratar el tema.
El cielo estaba despejado y no había viento, tendrían un vuelo agradable y sin sobresaltos. El tiempo en Menorca era parecido, y todas las maletas de ese vuelo estaban llenas de bikinis y pareos deseando empezar la temporada. Cinco días era suficientes para desconectar de la rutina, descansar lo suficiente y disfrutar el uno del otro sin sobresaltos. Y les apetecía tanto que no se lo habían dicho.
Una vez estuvieron en el aire, se quitaron los cinturones y pidieron algo de beber.
- Mar, voy al baño un momento.- bajó el tono considerablemente- Te quiero allí en 2 minutos, da tres golpes.
Una escalofrío le bajó desde la nuca cuando él la rozó al irse, muy intencionadamente. Se mordió el labio y abrió la Coca-Cola. No sabía si la idea de enrollarse en un avión le atraía realmente… tenía un poco de miedo a volar, y lo mismo si se movían demasiado… “No digas tonterías” pensó “no vais a desestabilizar el avión vosotros dos solitos” Inmediatamente, una voz en off le respondió “Pero no te muevas mucho por si acaso”
No habían pasado los dos minutos, pero no aguantaba más. Afortunadamente, los baños de business class estaban cerca y no había cola. Llamó tres veces, ansiosa. Beltrán abrió la puerta y la miró con deseo. Apenas cabían en el baño, pero se apañaban bastante bien. Con un poco de dificultad consiguieron llegar el uno al otro sin quitarse demasiada ropa; cada vez que alguno de los dos subía el volumen más de lo que consideraban políticamente correcto, se besaban apasionadamente. Cuando terminaron, se miraron como dos adolescentes la primera vez en casa de sus padres. Martina adoraba esa sensación, seguridad e inquietud, todo en uno.