viernes, 3 de octubre de 2008

Otoño

Nuevo año, nuevos propósitos, nueva cama y mismos vicios. Es curioso cómo el ser humano, o al menos este ser humano, busca el cambio para sentirse vivo y sin embargo se siente perdido cuando lo desconocido le atrapa. Cómo no sentirlo si los primeros desconocidos somos nosotros mismos.

¿El mayor de mis defectos? La pereza. Segunda semana de curso y mitad de asistencias... según mi oscuro modo de ver la vida es un mal augurio. Según el optimista de mi novio, subconscientemente aprovecho para hacer lo que no podré hacer durante el curso.

Sí, todos hemos pensado "este año estudio al día" Otro de los rasgos más llamativos de nuestra especie: tratar de marcarnos objetivos con el fin, una vez más, de no sentirnos tan a la deriva. Y cuando ni siquiera tratamos de cumplirlos, el caos del remordimiento.

Tan contradictorios, tan bellos, tan malvados. Somos animales. Somos semidioses. Somos egoístas... Pero, ¿sabemos cada uno cómo somos en realidad?

Llega una edad, un momento crítico en el que dejas de emocionarte por las cosas, tus ilusiones están relacionadas con tu pareja y tu trabajo, y te levantas cada mañana con la inercia del funcionario resignado a la "buena vida" Y es cansado conseguir que te haga ilusión comprarte un Kinder Sorpresa y agitarlo para adivinar lo que tiene dentro. Luego lo abres y descubres que las nuevas generaciones están tan sobreprotegidas que los juguetes vienen montados para que no contengan piezas pequeñas. ¿Serán acaso los niños de 4 años a los que ponen GPS sus padres más felices que nosotros, que montamos de los últimos en coches sin cinturones de seguridad en la parte trasera?

Pero estoy escribiendo de más, como siempre.

En cualquier caso... feliz nuevo curso a todos. Feliz otoño. Feliz astenia. Feliz etapa.