domingo, 13 de enero de 2008

IV.


Se levantó sobresaltada, sin saber realmente si seguía soñando o no, con la cabeza llena de niebla. Estaba en casa, en su cuarto, sola en la cama. De fondo se escuchaba la ducha y unos platos, ¿qué hora era? Giró la cabeza para mirar el despertador, las dos de la tarde. Aún sudaba, se miró de reojo las manos buscando un rastro de sangre (por si acaso).
Volvió a tumbarse en la cama, estaba sola en ella y fue consciente por primera vez en el día.
Hacía ya un mes que Beltrán la había dejado, por una compañera del trabajo, debía de ser la secretaria. Antes habían tenido períodos separados, pero esta vez era diferente, tanto en la forma como en lo que ella sentía con respecto a la ruptura. Las otras veces, hubiese querido correr a su apartamento para abrazarle y decirle que se debían otra oportunidad, pero el hecho de que otra mujer apareciera en escena lo cambiaba todo… Pensaba que lo iba a asumir peor. En un principio sintió el corazón roto, luego entró en estado de shock (llegó a conseguir que el resto del mundo creyera que no le afectaba), y unos días después sintió mucha rabia. Ahora… no sabía cómo se sentía, por un lado le rondaba la idea de ser la segunda, por otro que le había hecho un favor porque su relación no tenía futuro con tantos altibajos y tan poca seguridad. Aún quedaba rabia en su corazón, pero mucha menos. Un día que no lograba recordar, se había levantado pensando en él, como cada día, pero sin echarle de menos. Fue una escena digna de película de dibujos: se frotó lo ojos frente al espejo incrédula y dijo en voz alta, como para cerciorarse de que era cierto, “no le echo de menos”. Ya no le amaba, y dudaba haberlo hecho realmente en algún momento. Ahora era un fantasma que de vez en cuando le venía a hacer una visita, y a decirle lo insignificante que era, una lección de humildad a base de bofetadas. “Bien” pensaba “pues ya la he aprendido”. Además, por primera vez en bastante tiempo, no sentía la necesidad de unos brazos rodeándola para dormir, reales o imaginarios, se metía en la cama consciente de que estaba sólo su cuerpo, y no intentaba dibujar entre las sábanas otra persona. No sabía muy bien si el cambio era para bien o para mal, no sabía si ella misma estaba entera, pero había sido capaz de asumir los hechos y estaba muy orgullosa.
Después de todo lo que había avanzado, el sueño que acababa de tener era como un paso hacia atrás en la progresión del “tienes que olvidarle”, ¿o no? Puede que sólo fuera una vía de escape, y el que Beltrán fuese la persona en la que confiaba al hacer algo tan terrible, no hacía más que recordarle que le echaba de menos como a un amigo, no tenía por qué ser otra cosa. “No saquemos las cosas de contexto”
Se levantó y fue a la cocina, descalza, como siempre.
- ¡No entres!, ¡se me acaba de caer un vaso!- (así que ese era el sonido de cristales o platos que había escuchado) dijo Helene al verla con intención de entrar.
La puerta del baño se abrió de par en par, y Alina salió bailando entre vaho y la voz de Cristina Aguilera. Adoraba esos pequeños detalles, en seguida, al son de “Hello! Hello!”, se unió a ella, cogió un trapo de cocina que estaba a mano y de alguna manera se compenetraron en una coreografía con trapo y toalla de manos que nunca antes había imaginado. Helene las observaba divertida desde el marco de la puerta. Después de cinco años, las tres estaban acostumbradas a las improvisaciones. Al principio compartían con otra chica, Olivia , pero estudiaba una diplomatura, al acabar se fue a trabajar a Segovia y de vez en cuando las visitaba.
Cuando la canción acabó, Martina estaba en el suelo sentada riendo a carcajadas, Alina la acompañaba desde el baño, y Helene hacía lo propio desde la cocina.

- Voy a ir al museo de arte contemporáneo esta tarde, me han dicho que hay una exposición de grabado bastante buena, ¿venís alguna?
- Imposible, Mar, tengo un montón de cosas que hacer hoy…
- Ufff, es que yo a los grabados tampoco es que les tenga mucho afecto, al verdad. ¿No prefieres ir al cine?
Acabaron de comer más tarde que de costumbre, y después de recoger la mesa, Martina fue a su habitación a revisar un par de casos. Luego se duchó para ir al museo.

- ¡Ya estoy en casa!- dijo Helene cantarina entrando por la puerta.
Un puerta chirrió al fondo del pasillo. “Hola, estoy mirándome unas cosas, Alina aún no llegó, debe de estar al caer.”
- ¿Tú no ibas al museo?
- Sí, pero a verlo, no a quedarme a vivir. Por cierto, he visto allí a tu amigo… ¿Ernesto?, ¿Esteban?...
- Emmanuel
- Sí, ese. Muy simpático, estaba viendo la misma exposición que yo, para que veas que no soy un bicho raro. Podíamos invitarle a cenar uno de estos días.
- Mmm, ¿te interesa?
- Me interesa conocer gente interesante que también quiera concerme, sin más. Y ese chico ha demostrado que sabe de grabado, así que entra en el grupo de posibles AMIGOS. Sabes que no busco nada ahora.
Fue a su habitación y se sentó en la cama. Le cogió las manos. “Lo sé, cariño, ¿cómo estás?”
- Divinamente, ¿por qué os empeñáis en que esté mal? Lo llevo bastante bien, pero eso no significa que vosotras podáis sorprenderos como si esperaseis que esto me hundiera…- no entendía que la subestimaran de esa manera.
- No te enfades, Tina, estamos muy orgullosas de ti, pero tenemos miedo de que sólo sea una careta, sabemos lo que Beltrán significaba para ti, y en tu situación estaríamos infinitamente peor. Eres la más fuerte de las tres, todas lo sabemos, pero no tienes por qué mantener las apariencias.
- ¿Te parece que lo hago?
- No
Martina sonrió. “Vamos a hacer la cena, ya sigo con esto luego” y le dio un beso en la frente.