lunes, 4 de febrero de 2008

2:45, fragmento

"Al día siguiente apareció con el pelo liso como una tabla y cara de satisfacción.


-Te dije que liso me llega por la mitad de la espalda
- En realidad no te llega- la corregí, más bien para pincharla que como simple anotación
- ¿No?

Me miró contrariada, y pensativa. A ver qué se le ocurría ahora… Se giró, y una vez que estuvo de espaldas a mí, echó un poco la cabeza hacia atrás.

- ¿Qué tal ahora?
- Pero eso es trampa, estás mirando hacia arriba
- Bueno, nunca dije nada de la posición, tú sólo contesta: ¿llega a la mitad de la espalda sí o no?
- Sí - tuve que admitir

Volvió a girar esta vez con cara de felicidad, como si la vida fuese maravillosa sólo porque le hubiera dado la razón. Mi madre hubiese dicho que era una niña inmadura, y yo el adulto de esa extraña relación, pero a veces aún envidio la manera que ella tenía de ver la vida. ¿Qué importará la madurez al fin y al cabo si uno disfruta la vida? Aunque en realidad hace tiempo que decidí no meterme en debates sobre felicidad e infelicidad, el tema era demasiado escabroso y subjetivo como para dar la razón a los dos contertulios… y a mí nunca se me dio bien empatar.

Ella de alguna manera lo sabía, y luchaba por tener la razón o se rendía completamente a mis razonamientos (más bien lo primero), pero nunca medias tintas."